En 1935, la pintora mexicana Frida Kahlo plasmó en su lienzo la cruda realidad de un crimen aparentemente banal en su obra Unos cuantos piquetitos. Una mujer yace desnuda, ensangrentada y sin vida en su cama, mientras su agresor, sonriendo y todavía sosteniendo el cuchillo en la mano, permanece de pie junto a ella. Este cuadro surgió de una noticia de prensa en la que un hombre, al ser interrogado por apuñalar a su pareja veinte veces, justificó su acto diciendo que solo le había dado "unos cuantos piquetitos". Con un gesto ferozmente irónico, Kahlo contrasta la eufemística descripción del crimen con la violencia explícita que se derrama más allá de los márgenes del lienzo, cubriendo incluso el marco de la pintura con manchas de sangre.
En aquella época, la palabra "feminicidio" aún no era de uso común, y los crímenes cometidos por parejas sentimentales eran encuadrados como crímenes pasionales, término que minimizaba la tragedia al intentar justificarla por la relación entre agresor y víctima. Lo que Frida Kahlo pintó no fue solo una denuncia de la brutalidad física, sino también una crítica al sistema que reducía tales tragedias a la insignificancia de un incidente de índole pasional, una etiqueta que diluía la responsabilidad y la gravedad.
Hoy, Requiem Diurnus se erige como una innovadora continuación de esa denuncia. Esta galería digital, creada por Diego Bonilla, es un grito de conciencia que transforma la tragedia en arte para iluminar las sombras de la violencia contra las mujeres. Al igual que la obra de Kahlo, estas imágenes surgen de la brutalidad del feminicidio, pero no pretenden solo retratar el dolor y la tragedia, sino que buscan rendir homenaje a la resiliencia y al empoderamiento de aquellas que, a pesar de ser víctimas de una violencia indescriptible, encuentran una forma de resurgir en la memoria colectiva.
Bonilla comenzó su proceso de creación con una inquietud profunda sobre la justicia social, la discriminación racial y la inmigración en el contexto de California, utilizando inteligencia artificial para hacer búsquedas sobre estos temas. Fue entonces cuando, al ampliar su investigación a una escala global, se encontró con la sombría realidad de los feminicidios. Los datos, provenientes principalmente de América Latina y algunos países de Europa, revelaban la magnitud de una violencia cotidiana y globalmente aceptada que apenas se asoma a la conciencia social. Esta disparidad entre la frecuencia de los casos y la escasa atención que reciben lo llevó a la creación de esta galería.
Utilizando la inteligencia artificial como herramienta, Bonilla recopiló noticias de feminicidios a lo largo de todo el continente americano y en algunas partes de Europa, destacando los casos más relevantes y frecuentes. Si bien las tragedias se registran en diversas partes del mundo, especialmente en África y el Medio Oriente, es en Latinoamérica donde el promedio de reportes de feminicidios llega a 100 diarios. A través de una meticulosa selección, se filtran las noticias, se crea una escultura y un poema basados en cada caso, con el fin de capturar la esencia de la víctima y la profundidad de su historia sin caer en el sensacionalismo.
Cada escultura se presenta acompañada de su respectivo poema, todos escritos en el idioma de la noticia, y una descripción contextual de la imagen, junto con el título del artículo y los detalles de la publicación original. Las esculturas, creadas a partir de una lista de quince objetos identificados en cada caso, emergen como figuras de fuerza y resiliencia, representando a mujeres que trasciende la tragedia. Los poemas, cargados de emoción y recogiendo los ambientes que les dan origen, rinden homenaje a la valentía de las mujeres violentadas. Este enfoque, lejos de ser una simple representación del sufrimiento, es un canto de resistencia.
En este sentido, Requiem Diurnus no es solo una galería de imágenes; es una obra que desafía la indiferencia colectiva y abre una conversación crítica sobre la violencia de género, la justicia social y la reconstrucción del relato de las víctimas. El reto, como señala Bonilla, fue diseñar las instrucciones precisas para la inteligencia artificial, de modo que las imágenes no cayeran en los estereotipos de victimización ni en el amarillismo, sino que reflejaran la dignidad y la humanidad de las mujeres representadas. A lo largo de este proceso, Bonilla confiesa que no ha sido posible abordar este tema sin que su voz tiemble, pues las historias son devastadoras, especialmente las que incluyen a niños como testigos de la violencia. Para él, la muerte de una madre es terrible, pero más lo es el trauma de un niño que presencia la crueldad con la que se le despoja de la vida.
Con más de 11,000 imágenes y 11,000 poemas creados en un periodo de seis meses, Requiem Diurnus ofrece al espectador una vía única para reflexionar sobre la magnitud de los feminicidios. Este es un arte comprometido, una obra que no solo busca exponer, sino transformar, traduciendo el horror a un lenguaje visual que honra y eleva la memoria de las mujeres violentadas. Como Bonilla indica, el proceso de creación de estas obras podría ser considerado, en términos contemporáneos, como una recodificación o una traducción intersemiótica, al pasar de un lenguaje verbal a un lenguaje visual. Así, lo que vemos no es solo una interpretación del crimen, sino un homenaje a la vida que persiste más allá de la tragedia.
Este Requiem Diurnus es, en última instancia, un llamado a la acción y a la reflexión. Nos invita a mirar la violencia no solo como un hecho aislado, sino como parte de un sistema global que exige transformación. Que estas imágenes y poemas se conviertan en un eco poderoso que nos recuerde la necesidad urgente de un cambio, en memoria de todas las mujeres que ya no pueden hablar, pero cuya presencia emerge en el arte que ahora tenemos ante nosotros.